¿En verdad llegamos a la luna?
¿Por y para qué
existen las teorías de la conspiración?
Sam Zappa
Hay fechas que se celebran, fechas que se conmemoran y
fechas que se lamentan. En algún momento de estupidez confundí estos tres
términos respecto a cierta fecha sensible y recibí un justo regaño (era el día
de la mujer. Imaginen lo sensible que era el tema). Sin embargo, al menos
después del regaño y las miradas incómodas, la distinción quedó aclarada. Pero
con algunas otras la decisión no es tan fácil de tomar. ¿Debemos celebrar que
se cumple medio siglo de la primera visita a la luna? ¿Cuál es tu respuesta
natural estimado lector? Probablemente tu respuesta no sea un directo y franco
“¡Sí!”. Tal titubeo puede deberse, tal vez, a que no reconozcamos ese logro
como un avance de relevancia mundial y un sueño compartido por toda la especie
–en realidad lo es, pero ese es tema para otra discusión-. Incluso pudiera ser
que no grites a los cuatro vientos “¡Claro que celebramos!”, simplemente porque
se trata de otro logro para la nación de las barras y estrellas, a quien
odio-amamos tanto los mexicanos. Pero también puede ser que no estés seguro de
celebrar simplemente porque no estás seguro de que siquiera sucedió.
Tú como yo, como tantos de las generaciones más recientes, estuviste expuesto durante tu desarrollo a un número considerable de teorías de la conspiración. Algunas más verosímiles que otras. Si las has creído o no, es algo respetable y no vamos aquí a discutir su veracidad. Sin embargo, aprovechemos el marco de la celebración antes mencionada para enfocarnos en si dicho alunizaje sucedió o no, y en por qué los seres humanos parecemos tener la necesidad de inventarnos conspiraciones casi para todo. Ya sabes, “Y2K”, “Twin towers (Pearl Harbor y otras) was an inside job”, “chemtrails”, “We never landed on the moon”. ¿Notaste que todas están en inglés? Así es, todas en Estados Unidos. ¿Por qué será que nuestros vecinos del norte le temen a todo y a todo le tienen que encontrar una explicación rebuscada? Tal vez no sea un rasgo exclusivo de ellos.
Aunque a los homos sapiens nos encante la parte de
“sapiens”, la verdad es que el cerebro reptiliano (nada que ver con la famosa
teoría de la conspiración) aún nos gana muchas batallas. Nos gustan las cosas
por impulso, por instinto. Siempre tendemos a sentir empatía por el menos
favorito en una pelea, siempre tendemos a creer que, si hay un uno por ciento
de probabilidad de salvar a la tierra del choque de un meteorito, esta se va a
salvar –por eso es que los churros hollywoodenses funcionan tan bien-. Justo
así tendemos a ser con la manifestación de nuestras ideas y con nuestros
debates. Después de todo, somos humanos. Si siempre anduviésemos por el mundo
con una actitud nihilista o cínica, probablemente no sobreviviríamos. O
seríamos máquinas. Es por esto que, cuando formulamos nuestros ideales,
aquellos que son realmente importantes, tendemos a ponerle mucha emoción a la
receta. En ocasiones, más emoción que raciocinio y lógica. Por más que queramos
decir que actuamos siempre de forma lógica y sensata, la verdad es que no.
En parte, es por esto que tendemos a creer aquellas teorías
que ofrecen un contrapeso a las verdades oficiales. Es un impulso romántico que
nos permite apartarnos del resto y ser únicos y especiales. Cito al cineasta
Stephen Gilles Collins de cuyo trabajo sabremos más en párrafos posteriores:
“La necesidad de creer en algo lleva a la gente a intercambiar parte de su alma
por la comodidad de ser un rebelde”.
Pero ser un rebelde no es la única razón por la cual creemos
en teorías de la conspiración. Enfoquémonos pues en el viaje a la luna y
descubramos otros detalles de la psicología humana, así como los argumentos y
contraargumentos para la teoría de la conspiración “We never landed on the
moon”.
Cuenta la leyenda que, en 1968, la NASA era un elefante
blanco para gran parte de la población norteamericana. No había forma de
justificar los millones anuales que costaba la carrera armamentista y un
proyecto que, para algunos –y con cierta razón- no era más que un concurso de
medición de penes entre la entonces USSR y Estados Unidos. Especialmente en un
mundo con tantos problemas y tan mala distribución de la riqueza –problemas
que, desde luego, no han desaparecido medio siglo después-. Entonces, para matar
dos pájaros de un tiro: derrotar a la USSR y tener contenta a la hippie opinión
pública, la NASA contrató al aclamado cineasta Stanley Kubrick, quien en ese
mismo año había logrado materializar la consagrada “2001: A Space Odyssey”. El
fin era producir un metraje en el cual se mostrará a Neil Armstrong, Edwin E.
Aldrin, y Michael Collins alunizar, y así restregarle propios y extranjeros el
triunfo en la cara.
A grandes rasgos, esa es la teoría de la conspiración. Se
basa principalmente en críticas a la fotografía y “efectos especiales” del
metraje y en un best seller que hizo rico a un tal Bill Keysing que decía haber
trabajado en la NASA a pesar de ser licenciado en literatura inglesa y sólo
haber trabajado para un subcontratista que hacía las publicaciones de
divulgación de la agencia. Sin embargo,
varios científicos –y no científicos- han demostrado ya que los argumentos
presentados son fácilmente refutables. La información que estás a punto de leer
está basada y documentada en el video “Moon hoax not” del cineasta S G Collins,
así como en varios artículos de ciencia y psicología. Siéntete libre de
consultar las ligas al final de este artículo.
Si acaso no tuviste antes acceso a este cúmulo de información, estimado
lector, aquí vamos:
1: Contradicciones en la tecnología: quienes dicen que el alunizaje fue un montaje, arguyen que existía tecnología suficiente para realizar un metraje creíble que mantuviera a la población entretenida por largo rato, y sin embargo, ¡No existía tecnología suficiente para llevarnos a la luna! ¿Suena a una incongruencia lógica, ¿verdad? Pero la verdad es que la tecnología avanza a diferentes ritmos en diferentes rubros dependiendo de las épocas. Por ejemplo, en nuestra historia reciente, todo el avance tecnológico ha sido volcado hacia el entretenimiento. Ya no se trata de quien desarrolle el misil nuclear más poderoso, sino de quien lance a la venta el mejor teléfono. De modo análogo, si ponemos atención a la historia, encontraremos que, mientras que la carrera armamentista con la URSS había llevado a los estados unidos a desarrollar cohetes y balística de alta tecnología (por cierto, los cohetes y los súper combustibles necesarios para que funcionaran habían estado en desarrollo y mejora constante desde los años 20), la industria del filme avanzaba lentamente. Es más, muchos hogares en Estados Unidos aún no tenían un televisor a color para 1969. No había una gran variedad de cámaras de video, tampoco eran muy rápidas para filmar. Más adelante visitaremos estos detalles.
1. ¿Y las estrellas? Los conspiranóicos critican la falta de
estrellas en el cielo durante el alunizaje. Sin embargo, si es que no se ven
estrellas simplemente es por el tipo de exposición que tenía la cámara. La
cámara fue programada para filmar con luz de día. De haberse filmado en modo
noche, la imagen hubiera estado saturada de luz y, efectivamente se verían las
estrellas, pero poco más. El blanco de los trajes de astronauta hubiera
reflejado tanta luz, que gran parte de la imagen se hubiera visto velada.
2. Se dice que hay
“brisa que mueve a la bandera”, mientras que en la luna no puede haber brisa ya
que no hay atmósfera. ¡Desde luego que no hay brisa! La bandera se mueve en el
vacío sin resistencia alguna siguiendo la inercia dejada por los astronautas
que la anclaron. Esto fue comprobado por el famoso programa Myth Busters ya
hace varios años.
3. Se dice que, para justificar la velocidad de locomoción
de los astronautas –que caminaban con saltitos graciosos sobre la superficie de
la luna, flotando a una gravedad que es un sexto la de la tierra- simplemente
se filmó y después se transmitió por televisión a cámara lenta. Sin embargo,
esto era bastante más complejo de lo que suena en aquella época. Verás estimado
lector, La mejor forma de presentar algo en cámara lenta es filmar algo a alta
velocidad y luego reproducirlo a velocidad normal. Esto se llama “overcracking”
y hace que el movimiento se vea más natural que si filmamos a velocidad normal
y después reproducimos en cámara lenta. En 1969 no existían las cámaras de alta
velocidad. Lo cual hacía inviable el overcracking. Respecto a la otra opción,
resulta que las cámaras que podían reproducir cámara lenta, habían sido
desarrolladas recientemente para filmar eventos deportivos y podían grabar un
máximo de 30 segundos, los cuales, se hacían 90 al reproducirse en cámara
lenta. ¡La grabación total del alunizaje dura 143 minutos! Ahora bien,
consideremos que quienes dicen que “¡se trata de la NASA y seguramente tenían
tecnología de video avanzada que nos ocultaban!”, también dicen que “¡las
computadoras de navegación eran lentas y primitivas y no podrían habernos
llevado a la luna!”. Pónganse de acuerdo: ¿la NASA es muy primitiva o muy
avanzada? ¡No puede ser ambas!
Con el paso del tiempo, cualquier argumento dado por un
teórico de esta conspiración ha sido refutado y sin embargo, aproximadamente el
veinte por ciento de la población de Estados Unidos cree que nunca se llegó a
la luna, así como cree en un montón de teorías de la conspiración –te dije que
volvería a tocar el tema de la población norteamericana, estimado lector- pero,
¿por qué? ¿Es acaso un fenómeno exclusivo de los norteamericanos? Desde luego
que no, pero sin duda las teorías de la conspiración más interesantes –y las
más descabelladas- se originan en Estados Unidos.
No pretendo herir susceptibilidades ni ofender a nadie si
digo que, una formación religiosa trae consigo una tendencia hacia la
superstición. Haber sido criado en México y como católico me enseñó que, la
educación religiosa –y no exclusivamente la religiosa para la mayoría de los
casos- nos llega a modo de intimidación. La intimidación nos lleva a formar
imágenes que nos generan culpa, y esta culpa no es más que una historia en
nuestras cabezas. Recuerdo claramente que la señora que nos enseñaba catecismo
asustó al grupo completo contándonos que, un niño en la colonia contigua había
muerto en el mismo instante en que había mordido la hostia de la primera
comunión. Todo esto solo para asegurarse de que no la masticáramos, sino que la
pusiéramos bajo el paladar después de que el padre nos la diera y esperáramos
diligentemente hasta que se disolviera. Imaginarás querido lector mi estrés
cuando recibí la hostia y comencé a luchar contra mis propias mandíbulas
acostumbradas, tontas ellas, a masticar todo lo que iba a comer. Sé que esta es
tan sólo una anécdota, pero si eres latino y eres católico, probablemente
tienes una propia. En otro artículo me gustaría discutir este tema más a fondo.
Decía entonces que, una población educada con la culpa o el miedo (o una mezcla
de ambas), tenderá a hacerse historias en la cabeza con mayor facilidad que una
población educada con pensamiento científico y racional. Desgraciadamente,
sabemos cuál de estas dos poblaciones está más nutrida. Por lo tanto, dudo que
solo sean los norteamericanos quienes padezcan de esta proclividad hacia la
generación de “historias en la mente”. Y sin embargo, de Estados Unidos emanan
casi todas las teorías de conspiración. Yo lo atribuiría simplemente al hecho
de que conjuntan dos factores muy importantes: Uno: tener una población de más
de 327 millones de personas, de las cuales, un gran porcentaje tiene algún tipo
de fe religiosa –mayoritariamente cristianismo- y dos: tener en su haber
histórico muchos descubrimientos y sucesos inquietantes fruto de ser una súper
potencia económica y tecnológica desde hace mucho tiempo. Sea cual sea el
origen de este sistema de pensamiento, lo que sí está comprobado
científicamente, es que existe una correlación directa entre la creencia en lo
supersticioso –incluyendo, lamento mucho si ofendo a alguien, al creacionismo-
y la creencia en teorías de la conspiración. (Van Prooijen et al. 2017). Van
Prooijen y sus colaboradores realizaron un experimento en el que comprobaron
que fenómenos como la apofenia –la percepción de patrones en imágenes o lugares
que no los tienen- o la construcción de patrones ilusorios –encontrar, por
ejemplo, un patrón en una serie de números que en realidad fueron dispuestos
aleatoriamente utilizando una moneda-., están directamente relacionados a la
creencia en teorías de la conspiración, concluyendo que la gente que tiende a
creer en estas teorías literalmente ¡percibe el mundo de forma distinta!
Ahora bien, generar patrones no tiene nada de malo. De
hecho, la generación de patrones se desarrolló en paralelo a nuestro lóbulo pre
frontal, el último grito de la moda cerebral. Si nuestros antepasados no
hubiesen aprendido a relacionar ciertos ruidos con peligro o ciertos colores
con veneno, no hubiésemos sobrevivido. Sin embargo, nos volvimos tan buenos que
a veces exageramos. ¿Acaso esto significa que la gente que tiende a creer en
teorías de la conspiración es más inteligente? Paso 1: se observa un patrón
–donde probablemente no lo hay-. Paso 2: Se genera una teoría de la
conspiración. Paso 3: Se encuentran
otras personas que estén de acuerdo y esto nos da satisfacción en forma de
dopamina –de hecho, se ha encontrado que aquellas personas que creen en teorías
de la conspiración cuentan con elevadas proporciones de dopamina en el lóbulo
prefrontal del cerebro-. ¡El paso tres es la clave! Siempre y cuando existan
otras personas que estén de acuerdo con nosotros, nos sentiremos satisfechos y
defenderemos nuestras creencias aun cuando existan evidencias que nos digan lo
contrario. Esto se llama “Sesgo de conformidad”. Imagínate, querido lector, el
tamaño de este sesgo ahora que el internet nos brinda toda una comunidad
dispuesta a escucharnos y apoyarnos. ¡Por eso existen asociaciones de
terraplanistas, chemtrailers o de lo que sea!
Pero ¿podríamos decir que existe un “modo de pensar” que
identifica a un teórico de la conspiración?
Sin duda hay algunos patrones de pensamiento que estas
personas comparten –y no. No son patrones ilusorios:
1. Pensamiento generalizador: Un teórico de la conspiración
será capaz de dar explicaciones reduccionistas, sencillas, o generalizadoras a
fenómenos que en realidad son complejos, azarosos, o difíciles de desglosar.
Desde luego, si alguien nos cuenta algo utilizando un patrón que, aparentemente
es lógico y simple, tendrá más probabilidades de captar nuestra atención a que
si un estereotipado científico llega a presentarnos tablas, datos, y conceptos
complejos.
2. Pensamiento polarizador: dado que se busca pertenencia y
agremiados, un teórico de la conspiración presentará la realidad en blanco o
negro “ellos son los malos, nosotros los buenos”. En realidad, el mundo es
bastante más complejo hay una gran gama de ideas y personalidades que no se
encuentran en los extremos de nada.
3. Sentido de exclusividad: toda teoría de conspiración
tiene un aura de misterio así que un teórico de la conspiración pensará –e
intentará hacer que tu pienses- que posee información privilegiada que pocos o
nadie más tiene. Esto hace que sus ideas parezcan más atractivas.
Ya tenemos involucrados al sesgo de conformidad, la
apofenia, los patrones ilusorios, una droga –la dopamina- y hasta las
características del pensamiento conspiranóico, pero aún hay más elementos que
forman a un teórico de la conspiración. Profundicemos en estos elementos
tratando primero de responder una pregunta muy importante: ¿Y para qué? ¿Por
qué tenemos la necesidad de complicarnos la existencia y buscar explicaciones
rebuscadas para todo?
Con gran probabilidad la respuesta a la pregunta anterior
sea: “Porque necesitamos paz mental”. La verdad es que, parafraseando a H.P.
Lovecraft, “si tuviésemos plena consciencia de los horrores y el vacío que se
encuentran allá afuera, y de cuan delgados son los hilos que sostienen nuestra
cotidianeidad, nos volveríamos locos”. Así que obtener cierto consuelo en saber
que “algo o alguien” tiene control sobre nosotros, es crucial. Enfrentar el
hecho de que, en realidad, nadie tiene el control sobre nada, genera gran
ansiedad. Nuestra especie tiene una compulsión incontrolable por darle
explicación a todo. Somos incapaces de aceptar el absurdo. En la antigüedad,
todo tenía culpable. Había un dios o un demonio responsable de cada fenómeno
natural y de cada conducta humana. Un ejemplo de esto es el demonio Belfegor.
Entre otras cosas, a este demonio se le atribuía culpabilidad por nuestra
pereza. ¡Vaya! ¡Ni siquiera la flojera nos pertenecía! Pero debe ser un gran
alivio poder culpar siempre a otros, ¿no? Tal vez si yo hubiese culpado a
Belfegor cada que no quería hacer la tarea, los chanclazos hubieran sido menos.
Además, volviendo al sesgo de conformidad, el tener una
teoría de conspiración personal –o adherirnos a una- nos brinda identidad “soy
demasiado inteligente y no me creo las mentiras de la NASA”. Este desdén por
los comunicados oficiales –recordemos la parte de “…encontrar confort en ser un
rebelde” forma parte de los cimientos del pensamiento conspiranóico. A
continuación, trataré de enumerar dichos cimientos:
1. Encontrar cualquier tipo de contexto que pudiera ser
incierto y mezclarlo con desconfianza en la autoridad o la fuente de la
noticia. Es bien sabido que nuestro gobierno nos miente. Eso es innegable. Lo
ha hecho siempre. Aun así, no podemos culparlo del cien por ciento de nuestros
problemas ni tampoco descalificar en automático cada pieza de información
proveniente de él. Toda teoría de la conspiración está basada en algún cabo
suelto, alguna aparente inconsistencia en la narrativa de nuestras vidas que pudiera
ser achacada a la poca integridad y credibilidad de nuestras autoridades. En el
momento del viaje a la luna, como ya se relató, el gobierno tenía encima una
pésima reputación por la guerra de Vietnam y muchos cuestionamientos por los
gastos en armamento y en la carrera espacial y armamentista contra la URSS,
pero eso no significa que hayan producido un elaborado montaje que además, como
ya se comprobó, resultaba más caro y complicado que en verdad ir a la luna.
2. Como ya se mencionó antes, para el ser humano, vivir en
un ambiente controlado y predecible es importante. Formulamos teorías de todo
tipo para asegurarnos que el mundo es así. Sin embargo, esto es un principio
emocional, no racional. Es por esto que las teorías de conspiración, aunque
aparentan venir de argumentos lógicos, en lo general provienen de argumentos
sesgados. Estos son los principales sesgos que debemos advertir:
El ya mencionado sesgo de confirmación: pregonamos o
aceptamos aquella información que nos conviene y el resto la omitimos. Negar
cualquier prueba contra nuestros alegatos y desde luego, exigir que los demás
sí acepten nuestras pruebas con mucha vehemencia es crucial. Podemos tomar un
pequeño elemento y elaborar algo más complejo. Así, tendremos un pequeño
elemento de nuestra teoría de la conspiración que es cierto (pero insuficiente
para comprobarla en su totalidad) y lo exacerbaremos para justificar nuestros
argumentos:
1. Sesgo de proporcionalidad: “Si ha pasado algo grande,
algo grande lo ha provocado”. No puede haber grandes consecuencias sin una gran
causa. El azar no existe. Las explicaciones sencillas no existen. Hay un plan
complejo detrás de todo.
2. Sesgo de intencionalidad: “Si algo ambiguo ha pasado, es
porque alguien racional lo ha planeado así”. En realidad, no todo es así,
eventos complejos también pueden provenir de causas no controladas y no de
tremendas orquestaciones maquiavélicas.
3. Como se sugirió previamente, la sensación de pertenencia
también es muy importante. Pertenecer al rebaño es más importante que tener
razón. Hay pruebas de proporciones ridículas de esto, como el famoso
experimento de Salomón Asch de los años 50, en el cual, a grandes rasgos, a un
grupo de personas se le hacían preguntas de índole muy simple –el tamaño de
franjas dibujadas sobre pantallas blancas, la consecución de algunos patrones-.
Todas las personas entrevistadas –excepto una- eran actores que daban respuestas
obviamente equivocadas, pero de modo unánime. Al principio, el sujeto
experimental se desconcertaba pues sabía que su respuesta era la correcta, pero
después de varias preguntas, empezaba a dar las mismas respuestas que los
actores, sólo para seguir la corriente. Este sentido de pertenencia es
reforzado además por la “falacia de la demostración social”, la cual dicta que
la veracidad de una idea debe ser proporcional al número de personas que la
cree. ¿Entonces deberíamos creer que, si en algún momento el número de personas
que creen que la tierra es plana pasara a ser digamos de un sesenta por ciento,
sería un hecho que la tierra es plana?
4. Toda teoría de la conspiración llega a nosotros con forma
de narrativa. El ser humano ama las historias. La narrativa nos ayuda a
construir la realidad. Es por esto que, mientras mejor sea la historia y más
pasión se ponga al momento de contarla –pensemos en Alex Jones gritándonos que
la masacre en Sandy Hook fue un montaje (adjunto un video sobre el personaje en
caso de que no estés familiarizado, estimado lector)- más arraigo emocional se
generará en el escucha. Esta es la razón por la cual es casi imposible
convencer con argumentos a un teórico de la conspiración: llegar a un debate
emocional con datos científicos es como llegar a un duelo de pistolas armado
con un cuchillo.
5. Y hablando de emoción, me permito recomendarte una
película estimado lector. Es reciente, justo del año pasado. Se llama “First
Man”. Este excelente metraje nos muestra el lado humano de los tripulantes del
apolo 11 y toca nuestras fibras más sensibles. Al final, terminarás con
preguntas valiosas y sublimes. Sobre todo, con la ya famosa “¿valió la pena?
Pero sobre todo, quizás termines molesto; verdaderamente encabritado con
aquellas personas que se atreven a decir que tal sacrificio de vidas humanas y
recursos, que en realidad afectaban a todo el planeta, pueda ser un fraude. O
quizás no. Quizás termines sintiendo más dudas respecto al alunizaje y te
sientas ofendido por cómo Hollywood una vez más quiere maquillar la historia
para vendernos un engaño más a los pobres controlados por los hilos de la
élite. Creo que eso último depende de la cantidad de dopamina en tu lóbulo pre
frontal.
En conclusión, somos demasiado humanos. Los componentes impregnados en nuestra memoria genética nos harán siempre responder con interés a las buenas historias –aunque sean mentiras- y a creer que algo superior mueve nuestros hilos –porque preferimos ser controlados a vivir en el caos y porque saber que existe este control nos hace mentalmente superiores al resto-. Sin embargo, querido lector, al igual que con tantas otras cosas en la vida: reparemos en que tenemos el don del raciocinio. No somos máquinas que calculen fríamente. Pero podemos pausar un momento la vorágine de información y “malinformación” a la que estamos expuestos y primero buscar datos, argumentos realmente lógicos –y que no sólo “suenen lógicos”- antes de emitir nuestros juicios.
No te dejes engañar por muy “cool” que sea ir contra la
corriente. Ponte a pensar que tarde o temprano –parece que más temprano que
tarde-, la corriente será lo no oficial aunque sea estúpido y lo irreverente
será retar a la irreverencia. En ese momento –tal vez ya lo estemos viviendo-
ser sensato será ser reaccionario, ser conservador será ser rebelde.
Simplemente porque las mayorías habrán decidido reemplazar lo que sí funciona
para apoyar lo que les da más dopamina.
Referencias
1. Video
espacial (2013, Enero 29). ¿El alunizaje fue un fraude? ¡Cineasta dice que no!
Sitio:
https://www.youtube.com/watch?v=_loUDS4c3Cs
2. Prooijen, J.
V., Douglas, K. M., & Inocencio, C. D. (2017, Septiembre 25). Connecting
the dots: Illusory pattern perception predicts belief in conspiracies and the
supernatural - Prooijen - 2018 - European Journal of Social Psychology - Wiley
Online Library.
Sitio:
https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1002/ejsp.2331
3. La ciencia
detrás de nuestro amor por las teorías de conspiración. (2019, Enero 15).
Sitio:
https://www.inverse.com/article/52390-your-brain-on-conspiracy-theories
4. Vlog, P.
(2018, March 13). El SECRETO de las Ideas CONSPIRANOICAS | por PsicoVlog.
Sitio: https://www.youtube.com/watch?v=DliiAHiXiTU
5. Mcleod, S.
(n.d.). Solomon Asch - Conformity Experiment.
Sitio: https://www.simplypsychology.org/asch-conformity.html
6. News, N.
(2017, June 19). Alex Jones of 'Infowars,' Conspiracy Theories, And Trump
Campaign (Full) | Megyn Kelly | NBC News.
Sitio: https://www.youtube.com/watch?v=-HzOqZeX3Yk
Y finalmente, el tráiler de “First man”:
https://www.youtube.com/watch?v=PSoRx87OO6k
Redacción y edición Sam zappa
Investigación Sam zappa
By sonar
2 Comentarios
Bravo!
ResponderEliminarExcelente trabajo, la narrativa que empleaste no deja duda de la entrega y dedicacion.
ResponderEliminarMuchas gracias por compartir con sonar.
Saludos