¿En verdad llegamos a la luna?


¿En verdad llegamos a la luna?


¿Por y para qué existen las teorías de la conspiración?
 

Sam Zappa

 

 Hay fechas que se celebran, fechas que se conmemoran y fechas que se lamentan. En algún momento de estupidez confundí estos tres términos respecto a cierta fecha sensible y recibí un justo regaño (era el día de la mujer. Imaginen lo sensible que era el tema). Sin embargo, al menos después del regaño y las miradas incómodas, la distinción quedó aclarada. Pero con algunas otras la decisión no es tan fácil de tomar. ¿Debemos celebrar que se cumple medio siglo de la primera visita a la luna? ¿Cuál es tu respuesta natural estimado lector? Probablemente tu respuesta no sea un directo y franco “¡Sí!”. Tal titubeo puede deberse, tal vez, a que no reconozcamos ese logro como un avance de relevancia mundial y un sueño compartido por toda la especie –en realidad lo es, pero ese es tema para otra discusión-. Incluso pudiera ser que no grites a los cuatro vientos “¡Claro que celebramos!”, simplemente porque se trata de otro logro para la nación de las barras y estrellas, a quien odio-amamos tanto los mexicanos. Pero también puede ser que no estés seguro de celebrar simplemente porque no estás seguro de que siquiera sucedió.


Tú como yo, como tantos de las generaciones más recientes, estuviste expuesto durante tu desarrollo a un número considerable de teorías de la conspiración. Algunas más verosímiles que otras. Si las has creído o no, es algo respetable y no vamos aquí a discutir su veracidad. Sin embargo, aprovechemos el marco de la celebración antes mencionada para enfocarnos en si dicho alunizaje sucedió o no, y en por qué los seres humanos parecemos tener la necesidad de inventarnos conspiraciones casi para todo. Ya sabes, “Y2K”, “Twin towers (Pearl Harbor y otras) was an inside job”, “chemtrails”, “We never landed on the moon”. ¿Notaste que todas están en inglés? Así es, todas en Estados Unidos. ¿Por qué será que nuestros vecinos del norte le temen a todo y a todo le tienen que encontrar una explicación rebuscada? Tal vez no sea un rasgo exclusivo de ellos.

 

Aunque a los homos sapiens nos encante la parte de “sapiens”, la verdad es que el cerebro reptiliano (nada que ver con la famosa teoría de la conspiración) aún nos gana muchas batallas. Nos gustan las cosas por impulso, por instinto. Siempre tendemos a sentir empatía por el menos favorito en una pelea, siempre tendemos a creer que, si hay un uno por ciento de probabilidad de salvar a la tierra del choque de un meteorito, esta se va a salvar –por eso es que los churros hollywoodenses funcionan tan bien-. Justo así tendemos a ser con la manifestación de nuestras ideas y con nuestros debates. Después de todo, somos humanos. Si siempre anduviésemos por el mundo con una actitud nihilista o cínica, probablemente no sobreviviríamos. O seríamos máquinas. Es por esto que, cuando formulamos nuestros ideales, aquellos que son realmente importantes, tendemos a ponerle mucha emoción a la receta. En ocasiones, más emoción que raciocinio y lógica. Por más que queramos decir que actuamos siempre de forma lógica y sensata, la verdad es que no.

 

En parte, es por esto que tendemos a creer aquellas teorías que ofrecen un contrapeso a las verdades oficiales. Es un impulso romántico que nos permite apartarnos del resto y ser únicos y especiales. Cito al cineasta Stephen Gilles Collins de cuyo trabajo sabremos más en párrafos posteriores: “La necesidad de creer en algo lleva a la gente a intercambiar parte de su alma por la comodidad de ser un rebelde”. 

 

Pero ser un rebelde no es la única razón por la cual creemos en teorías de la conspiración. Enfoquémonos pues en el viaje a la luna y descubramos otros detalles de la psicología humana, así como los argumentos y contraargumentos para la teoría de la conspiración “We never landed on the moon”.

 

Cuenta la leyenda que, en 1968, la NASA era un elefante blanco para gran parte de la población norteamericana. No había forma de justificar los millones anuales que costaba la carrera armamentista y un proyecto que, para algunos –y con cierta razón- no era más que un concurso de medición de penes entre la entonces USSR y Estados Unidos. Especialmente en un mundo con tantos problemas y tan mala distribución de la riqueza –problemas que, desde luego, no han desaparecido medio siglo después-. Entonces, para matar dos pájaros de un tiro: derrotar a la USSR y tener contenta a la hippie opinión pública, la NASA contrató al aclamado cineasta Stanley Kubrick, quien en ese mismo año había logrado materializar la consagrada “2001: A Space Odyssey”. El fin era producir un metraje en el cual se mostrará a Neil Armstrong, Edwin E. Aldrin, y Michael Collins alunizar, y así restregarle propios y extranjeros el triunfo en la cara.

 

A grandes rasgos, esa es la teoría de la conspiración. Se basa principalmente en críticas a la fotografía y “efectos especiales” del metraje y en un best seller que hizo rico a un tal Bill Keysing que decía haber trabajado en la NASA a pesar de ser licenciado en literatura inglesa y sólo haber trabajado para un subcontratista que hacía las publicaciones de divulgación de la agencia.  Sin embargo, varios científicos –y no científicos- han demostrado ya que los argumentos presentados son fácilmente refutables. La información que estás a punto de leer está basada y documentada en el video “Moon hoax not” del cineasta S G Collins, así como en varios artículos de ciencia y psicología. Siéntete libre de consultar las ligas al final de este artículo.  Si acaso no tuviste antes acceso a este cúmulo de información, estimado lector, aquí vamos:

 

1: Contradicciones en la tecnología: quienes dicen que el alunizaje fue un montaje, arguyen que existía tecnología suficiente para realizar un metraje creíble que mantuviera a la población entretenida por largo rato, y sin embargo, ¡No existía tecnología suficiente para llevarnos a la luna! ¿Suena a una incongruencia lógica, ¿verdad? Pero la verdad es que la tecnología avanza a diferentes ritmos en diferentes rubros dependiendo de las épocas. Por ejemplo, en nuestra historia reciente, todo el avance tecnológico ha sido volcado hacia el entretenimiento. Ya no se trata de quien desarrolle el misil nuclear más poderoso, sino de quien lance a la venta el mejor teléfono. De modo análogo, si ponemos atención a la historia, encontraremos que, mientras que la carrera armamentista con la URSS había llevado a los estados unidos a desarrollar cohetes y balística de alta tecnología (por cierto, los cohetes y los súper combustibles necesarios para que funcionaran habían estado en desarrollo y mejora constante desde los años 20), la industria del filme avanzaba lentamente. Es más, muchos hogares en Estados Unidos aún no tenían un televisor a color para 1969. No había una gran variedad de cámaras de video, tampoco eran muy rápidas para filmar. Más adelante visitaremos estos detalles.

 

1. ¿Y las estrellas? Los conspiranóicos critican la falta de estrellas en el cielo durante el alunizaje. Sin embargo, si es que no se ven estrellas simplemente es por el tipo de exposición que tenía la cámara. La cámara fue programada para filmar con luz de día. De haberse filmado en modo noche, la imagen hubiera estado saturada de luz y, efectivamente se verían las estrellas, pero poco más. El blanco de los trajes de astronauta hubiera reflejado tanta luz, que gran parte de la imagen se hubiera visto velada.

 

2.  Se dice que hay “brisa que mueve a la bandera”, mientras que en la luna no puede haber brisa ya que no hay atmósfera. ¡Desde luego que no hay brisa! La bandera se mueve en el vacío sin resistencia alguna siguiendo la inercia dejada por los astronautas que la anclaron. Esto fue comprobado por el famoso programa Myth Busters ya hace varios años.

 

3. Se dice que, para justificar la velocidad de locomoción de los astronautas –que caminaban con saltitos graciosos sobre la superficie de la luna, flotando a una gravedad que es un sexto la de la tierra- simplemente se filmó y después se transmitió por televisión a cámara lenta. Sin embargo, esto era bastante más complejo de lo que suena en aquella época. Verás estimado lector, La mejor forma de presentar algo en cámara lenta es filmar algo a alta velocidad y luego reproducirlo a velocidad normal. Esto se llama “overcracking” y hace que el movimiento se vea más natural que si filmamos a velocidad normal y después reproducimos en cámara lenta. En 1969 no existían las cámaras de alta velocidad. Lo cual hacía inviable el overcracking. Respecto a la otra opción, resulta que las cámaras que podían reproducir cámara lenta, habían sido desarrolladas recientemente para filmar eventos deportivos y podían grabar un máximo de 30 segundos, los cuales, se hacían 90 al reproducirse en cámara lenta. ¡La grabación total del alunizaje dura 143 minutos! Ahora bien, consideremos que quienes dicen que “¡se trata de la NASA y seguramente tenían tecnología de video avanzada que nos ocultaban!”, también dicen que “¡las computadoras de navegación eran lentas y primitivas y no podrían habernos llevado a la luna!”. Pónganse de acuerdo: ¿la NASA es muy primitiva o muy avanzada? ¡No puede ser ambas!

 

Con el paso del tiempo, cualquier argumento dado por un teórico de esta conspiración ha sido refutado y sin embargo, aproximadamente el veinte por ciento de la población de Estados Unidos cree que nunca se llegó a la luna, así como cree en un montón de teorías de la conspiración –te dije que volvería a tocar el tema de la población norteamericana, estimado lector- pero, ¿por qué? ¿Es acaso un fenómeno exclusivo de los norteamericanos? Desde luego que no, pero sin duda las teorías de la conspiración más interesantes –y las más descabelladas- se originan en Estados Unidos.

 

No pretendo herir susceptibilidades ni ofender a nadie si digo que, una formación religiosa trae consigo una tendencia hacia la superstición. Haber sido criado en México y como católico me enseñó que, la educación religiosa –y no exclusivamente la religiosa para la mayoría de los casos- nos llega a modo de intimidación. La intimidación nos lleva a formar imágenes que nos generan culpa, y esta culpa no es más que una historia en nuestras cabezas. Recuerdo claramente que la señora que nos enseñaba catecismo asustó al grupo completo contándonos que, un niño en la colonia contigua había muerto en el mismo instante en que había mordido la hostia de la primera comunión. Todo esto solo para asegurarse de que no la masticáramos, sino que la pusiéramos bajo el paladar después de que el padre nos la diera y esperáramos diligentemente hasta que se disolviera. Imaginarás querido lector mi estrés cuando recibí la hostia y comencé a luchar contra mis propias mandíbulas acostumbradas, tontas ellas, a masticar todo lo que iba a comer. Sé que esta es tan sólo una anécdota, pero si eres latino y eres católico, probablemente tienes una propia. En otro artículo me gustaría discutir este tema más a fondo. Decía entonces que, una población educada con la culpa o el miedo (o una mezcla de ambas), tenderá a hacerse historias en la cabeza con mayor facilidad que una población educada con pensamiento científico y racional. Desgraciadamente, sabemos cuál de estas dos poblaciones está más nutrida. Por lo tanto, dudo que solo sean los norteamericanos quienes padezcan de esta proclividad hacia la generación de “historias en la mente”. Y sin embargo, de Estados Unidos emanan casi todas las teorías de conspiración. Yo lo atribuiría simplemente al hecho de que conjuntan dos factores muy importantes: Uno: tener una población de más de 327 millones de personas, de las cuales, un gran porcentaje tiene algún tipo de fe religiosa –mayoritariamente cristianismo- y dos: tener en su haber histórico muchos descubrimientos y sucesos inquietantes fruto de ser una súper potencia económica y tecnológica desde hace mucho tiempo. Sea cual sea el origen de este sistema de pensamiento, lo que sí está comprobado científicamente, es que existe una correlación directa entre la creencia en lo supersticioso –incluyendo, lamento mucho si ofendo a alguien, al creacionismo- y la creencia en teorías de la conspiración. (Van Prooijen et al. 2017). Van Prooijen y sus colaboradores realizaron un experimento en el que comprobaron que fenómenos como la apofenia –la percepción de patrones en imágenes o lugares que no los tienen- o la construcción de patrones ilusorios –encontrar, por ejemplo, un patrón en una serie de números que en realidad fueron dispuestos aleatoriamente utilizando una moneda-., están directamente relacionados a la creencia en teorías de la conspiración, concluyendo que la gente que tiende a creer en estas teorías literalmente ¡percibe el mundo de forma distinta! 

 

Ahora bien, generar patrones no tiene nada de malo. De hecho, la generación de patrones se desarrolló en paralelo a nuestro lóbulo pre frontal, el último grito de la moda cerebral. Si nuestros antepasados no hubiesen aprendido a relacionar ciertos ruidos con peligro o ciertos colores con veneno, no hubiésemos sobrevivido. Sin embargo, nos volvimos tan buenos que a veces exageramos. ¿Acaso esto significa que la gente que tiende a creer en teorías de la conspiración es más inteligente? Paso 1: se observa un patrón –donde probablemente no lo hay-. Paso 2: Se genera una teoría de la conspiración.  Paso 3: Se encuentran otras personas que estén de acuerdo y esto nos da satisfacción en forma de dopamina –de hecho, se ha encontrado que aquellas personas que creen en teorías de la conspiración cuentan con elevadas proporciones de dopamina en el lóbulo prefrontal del cerebro-. ¡El paso tres es la clave! Siempre y cuando existan otras personas que estén de acuerdo con nosotros, nos sentiremos satisfechos y defenderemos nuestras creencias aun cuando existan evidencias que nos digan lo contrario. Esto se llama “Sesgo de conformidad”. Imagínate, querido lector, el tamaño de este sesgo ahora que el internet nos brinda toda una comunidad dispuesta a escucharnos y apoyarnos. ¡Por eso existen asociaciones de terraplanistas, chemtrailers o de lo que sea!

 

Pero ¿podríamos decir que existe un “modo de pensar” que identifica a un teórico de la conspiración?

Sin duda hay algunos patrones de pensamiento que estas personas comparten –y no. No son patrones ilusorios:

 

1. Pensamiento generalizador: Un teórico de la conspiración será capaz de dar explicaciones reduccionistas, sencillas, o generalizadoras a fenómenos que en realidad son complejos, azarosos, o difíciles de desglosar. Desde luego, si alguien nos cuenta algo utilizando un patrón que, aparentemente es lógico y simple, tendrá más probabilidades de captar nuestra atención a que si un estereotipado científico llega a presentarnos tablas, datos, y conceptos complejos.

 

2. Pensamiento polarizador: dado que se busca pertenencia y agremiados, un teórico de la conspiración presentará la realidad en blanco o negro “ellos son los malos, nosotros los buenos”. En realidad, el mundo es bastante más complejo hay una gran gama de ideas y personalidades que no se encuentran en los extremos de nada.

 

3. Sentido de exclusividad: toda teoría de conspiración tiene un aura de misterio así que un teórico de la conspiración pensará –e intentará hacer que tu pienses- que posee información privilegiada que pocos o nadie más tiene. Esto hace que sus ideas parezcan más atractivas.

 

Ya tenemos involucrados al sesgo de conformidad, la apofenia, los patrones ilusorios, una droga –la dopamina- y hasta las características del pensamiento conspiranóico, pero aún hay más elementos que forman a un teórico de la conspiración. Profundicemos en estos elementos tratando primero de responder una pregunta muy importante: ¿Y para qué? ¿Por qué tenemos la necesidad de complicarnos la existencia y buscar explicaciones rebuscadas para todo?

 

Con gran probabilidad la respuesta a la pregunta anterior sea: “Porque necesitamos paz mental”. La verdad es que, parafraseando a H.P. Lovecraft, “si tuviésemos plena consciencia de los horrores y el vacío que se encuentran allá afuera, y de cuan delgados son los hilos que sostienen nuestra cotidianeidad, nos volveríamos locos”. Así que obtener cierto consuelo en saber que “algo o alguien” tiene control sobre nosotros, es crucial. Enfrentar el hecho de que, en realidad, nadie tiene el control sobre nada, genera gran ansiedad. Nuestra especie tiene una compulsión incontrolable por darle explicación a todo. Somos incapaces de aceptar el absurdo. En la antigüedad, todo tenía culpable. Había un dios o un demonio responsable de cada fenómeno natural y de cada conducta humana. Un ejemplo de esto es el demonio Belfegor. Entre otras cosas, a este demonio se le atribuía culpabilidad por nuestra pereza. ¡Vaya! ¡Ni siquiera la flojera nos pertenecía! Pero debe ser un gran alivio poder culpar siempre a otros, ¿no? Tal vez si yo hubiese culpado a Belfegor cada que no quería hacer la tarea, los chanclazos hubieran sido menos.

 

Además, volviendo al sesgo de conformidad, el tener una teoría de conspiración personal –o adherirnos a una- nos brinda identidad “soy demasiado inteligente y no me creo las mentiras de la NASA”. Este desdén por los comunicados oficiales –recordemos la parte de “…encontrar confort en ser un rebelde” forma parte de los cimientos del pensamiento conspiranóico. A continuación, trataré de enumerar dichos cimientos:

 

1. Encontrar cualquier tipo de contexto que pudiera ser incierto y mezclarlo con desconfianza en la autoridad o la fuente de la noticia. Es bien sabido que nuestro gobierno nos miente. Eso es innegable. Lo ha hecho siempre. Aun así, no podemos culparlo del cien por ciento de nuestros problemas ni tampoco descalificar en automático cada pieza de información proveniente de él. Toda teoría de la conspiración está basada en algún cabo suelto, alguna aparente inconsistencia en la narrativa de nuestras vidas que pudiera ser achacada a la poca integridad y credibilidad de nuestras autoridades. En el momento del viaje a la luna, como ya se relató, el gobierno tenía encima una pésima reputación por la guerra de Vietnam y muchos cuestionamientos por los gastos en armamento y en la carrera espacial y armamentista contra la URSS, pero eso no significa que hayan producido un elaborado montaje que además, como ya se comprobó, resultaba más caro y complicado que en verdad ir a la luna.

 

2. Como ya se mencionó antes, para el ser humano, vivir en un ambiente controlado y predecible es importante. Formulamos teorías de todo tipo para asegurarnos que el mundo es así. Sin embargo, esto es un principio emocional, no racional. Es por esto que las teorías de conspiración, aunque aparentan venir de argumentos lógicos, en lo general provienen de argumentos sesgados. Estos son los principales sesgos que debemos advertir:

 

El ya mencionado sesgo de confirmación: pregonamos o aceptamos aquella información que nos conviene y el resto la omitimos. Negar cualquier prueba contra nuestros alegatos y desde luego, exigir que los demás sí acepten nuestras pruebas con mucha vehemencia es crucial. Podemos tomar un pequeño elemento y elaborar algo más complejo. Así, tendremos un pequeño elemento de nuestra teoría de la conspiración que es cierto (pero insuficiente para comprobarla en su totalidad) y lo exacerbaremos para justificar nuestros argumentos:

 

1. Sesgo de proporcionalidad: “Si ha pasado algo grande, algo grande lo ha provocado”. No puede haber grandes consecuencias sin una gran causa. El azar no existe. Las explicaciones sencillas no existen. Hay un plan complejo detrás de todo.

 

2. Sesgo de intencionalidad: “Si algo ambiguo ha pasado, es porque alguien racional lo ha planeado así”. En realidad, no todo es así, eventos complejos también pueden provenir de causas no controladas y no de tremendas orquestaciones maquiavélicas.

 

3. Como se sugirió previamente, la sensación de pertenencia también es muy importante. Pertenecer al rebaño es más importante que tener razón. Hay pruebas de proporciones ridículas de esto, como el famoso experimento de Salomón Asch de los años 50, en el cual, a grandes rasgos, a un grupo de personas se le hacían preguntas de índole muy simple –el tamaño de franjas dibujadas sobre pantallas blancas, la consecución de algunos patrones-. Todas las personas entrevistadas –excepto una- eran actores que daban respuestas obviamente equivocadas, pero de modo unánime. Al principio, el sujeto experimental se desconcertaba pues sabía que su respuesta era la correcta, pero después de varias preguntas, empezaba a dar las mismas respuestas que los actores, sólo para seguir la corriente. Este sentido de pertenencia es reforzado además por la “falacia de la demostración social”, la cual dicta que la veracidad de una idea debe ser proporcional al número de personas que la cree. ¿Entonces deberíamos creer que, si en algún momento el número de personas que creen que la tierra es plana pasara a ser digamos de un sesenta por ciento, sería un hecho que la tierra es plana?

 

4. Toda teoría de la conspiración llega a nosotros con forma de narrativa. El ser humano ama las historias. La narrativa nos ayuda a construir la realidad. Es por esto que, mientras mejor sea la historia y más pasión se ponga al momento de contarla –pensemos en Alex Jones gritándonos que la masacre en Sandy Hook fue un montaje (adjunto un video sobre el personaje en caso de que no estés familiarizado, estimado lector)- más arraigo emocional se generará en el escucha. Esta es la razón por la cual es casi imposible convencer con argumentos a un teórico de la conspiración: llegar a un debate emocional con datos científicos es como llegar a un duelo de pistolas armado con un cuchillo.

 

5. Y hablando de emoción, me permito recomendarte una película estimado lector. Es reciente, justo del año pasado. Se llama “First Man”. Este excelente metraje nos muestra el lado humano de los tripulantes del apolo 11 y toca nuestras fibras más sensibles. Al final, terminarás con preguntas valiosas y sublimes. Sobre todo, con la ya famosa “¿valió la pena? Pero sobre todo, quizás termines molesto; verdaderamente encabritado con aquellas personas que se atreven a decir que tal sacrificio de vidas humanas y recursos, que en realidad afectaban a todo el planeta, pueda ser un fraude. O quizás no. Quizás termines sintiendo más dudas respecto al alunizaje y te sientas ofendido por cómo Hollywood una vez más quiere maquillar la historia para vendernos un engaño más a los pobres controlados por los hilos de la élite. Creo que eso último depende de la cantidad de dopamina en tu lóbulo pre frontal.


En conclusión, somos demasiado humanos. Los componentes impregnados en nuestra memoria genética nos harán siempre responder con interés a las buenas historias –aunque sean mentiras- y a creer que algo superior mueve nuestros hilos –porque preferimos ser controlados a vivir en el caos y porque saber que existe este control nos hace mentalmente superiores al resto-. Sin embargo, querido lector, al igual que con tantas otras cosas en la vida: reparemos en que tenemos el don del raciocinio. No somos máquinas que calculen fríamente. Pero podemos pausar un momento la vorágine de información y “malinformación” a la que estamos expuestos y primero buscar datos, argumentos realmente lógicos –y que no sólo “suenen lógicos”- antes de emitir nuestros juicios.

No te dejes engañar por muy “cool” que sea ir contra la corriente. Ponte a pensar que tarde o temprano –parece que más temprano que tarde-, la corriente será lo no oficial aunque sea estúpido y lo irreverente será retar a la irreverencia. En ese momento –tal vez ya lo estemos viviendo- ser sensato será ser reaccionario, ser conservador será ser rebelde. Simplemente porque las mayorías habrán decidido reemplazar lo que sí funciona para apoyar lo que les da más dopamina.

Referencias

1.       Video espacial (2013, Enero 29). ¿El alunizaje fue un fraude? ¡Cineasta dice que no!

               Sitio: https://www.youtube.com/watch?v=_loUDS4c3Cs

2.       Prooijen, J. V., Douglas, K. M., & Inocencio, C. D. (2017, Septiembre 25). Connecting the dots: Illusory pattern perception predicts belief in conspiracies and the supernatural - Prooijen - 2018 - European Journal of Social Psychology - Wiley Online Library.

Sitio: https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1002/ejsp.2331

3.       La ciencia detrás de nuestro amor por las teorías de conspiración. (2019, Enero 15).

 Sitio:  https://www.inverse.com/article/52390-your-brain-on-conspiracy-theories

4.       Vlog, P. (2018, March 13). El SECRETO de las Ideas CONSPIRANOICAS | por PsicoVlog.

Sitio: https://www.youtube.com/watch?v=DliiAHiXiTU

5.       Mcleod, S. (n.d.). Solomon Asch - Conformity Experiment.

 

Sitio: https://www.simplypsychology.org/asch-conformity.html

 

 

6.       News, N. (2017, June 19). Alex Jones of 'Infowars,' Conspiracy Theories, And Trump Campaign (Full) | Megyn Kelly | NBC News.

 

Sitio: https://www.youtube.com/watch?v=-HzOqZeX3Yk

Y finalmente, el tráiler de “First man”:

https://www.youtube.com/watch?v=PSoRx87OO6k


Redacción y edición  Sam zappa

Investigación Sam zappa

By sonar


Publicar un comentario

2 Comentarios

  1. Excelente trabajo, la narrativa que empleaste no deja duda de la entrega y dedicacion.

    Muchas gracias por compartir con sonar.

    Saludos

    ResponderEliminar